Pese a las probadas ventajas que representan las universidades corporativas, una crítica recurrida es la validez de las certificaciones otorgadas por las instituciones y el valor agregado que le suma a quienes han cursado.
La concepción de que las universidades corporativas sólo forman y/o capacitan en aspectos puntuales y exclusivos de cada empresa lleva a crear una imagen de las instituciones educativas poco atractivas para quienes deben ser los principales interesados, que no son otros que los recursos humanos.
Esta visión errónea trae aparejada, en algunos casos, que directamente no se implanten las universidades corporativas. En otros casos, que sí se establecen, no se consigue captar todo el potencial de los participantes, el motivo principal es su desconfianza sobre la real importancia de lo que aprenden y el valor que tendrá dicha formación en el mercado.
El mercado valorará todo esfuerzo siempre y cuando tenga la seriedad y respaldo que es preciso tener, ello trae aparejado una visión superadora e inclusiva sobre las universidades corporativas. Es decir que no alcanza con sólo desear montar la mejor institución educativa sino que hay que pensar quién otorgará las certificaciones, su prestigio y la validez territorial disponible.